Reflexiones sobre la Solidaridad y la Convivencia en el Transporte Público
En la bulliciosa rutina de una ciudad como la nuestra, el transporte público se muestra como el escenario cotidiano donde convergen diversas realidades, un verdadero repositorio de historias y necesidades que se entrelazan en cada viaje. Sin embargo, en medio de este vaivén de personas que suben y bajan de los buses, destaca una sutil pero significativa diferencia: las sillas azules de TransMilenio, destinadas a aquellos que más las necesitan. ¿Qué mensaje enviamos como sociedad cuando estas sillas son ocupadas por aquellos que no las requieren, relegando a quienes verdaderamente las necesitan al incómodo trajín de permanecer de pie en medio del apretón, empujón o frenadas drásticas de los conductores?
Es un hecho lamentable que en nuestro día a día, nos enfrentemos a la realidad de personas jóvenes y saludables ocupando las sillas azules, a menudo sin considerar el impacto que esto tiene en aquellos que genuinamente las necesitan. Es una muestra de la falta de empatía y solidaridad que permea nuestra convivencia urbana. ¿Qué nos impide ceder nuestro asiento a una persona mayor, a alguien con discapacidad, o a una mujer embarazada? ¿Acaso hemos olvidado el valor de la consideración y el respeto hacia el prójimo?
posibles razones detrás de este comportamiento
La urbanidad, esa antigua virtud que solía guiar nuestras interacciones en sociedad, parece desvanecerse en el tumulto de nuestras vidas modernas. Sin embargo, su importancia sigue siendo vital para el tejido social. Ser urbanos no se trata solo de cumplir normas impuestas, sino de cultivar una actitud de respeto y consideración hacia los demás en todas nuestras acciones. Es un recordatorio constante de que somos parte de una comunidad, donde el bienestar de uno está intrínsecamente ligado al bienestar de todos.
De acuerdo con el Código de Policía colombiano, a partir del 30 de enero de 2017, no ceder el asiento a una persona que lo necesita: mujer embarazada, persona en situación de discapacidad, adultos mayorea o niños, podría resultar en una sanción. Me pregunto, será siempre necesaria la medida coercitiva antes que la cultura ciudadana?
Ante esta realidad, surge la necesidad de reflexionar sobre cómo podemos mejorar como sociedad. ¿Qué acciones podemos tomar para fomentar la solidaridad y la urbanidad en nuestro día a día? Quizás sea el momento de recordar que un pequeño gesto de cortesía puede tener un impacto significativo en la vida de los demás. Invito a cada lector a reflexionar sobre sus propias acciones y a comprometerse a ser agentes de cambio en su entorno. ¿Estamos dispuestos a levantarnos de la silla azul y ofrecerla a quien realmente la necesita? La respuesta yace en cada uno de nosotros.
Entonces, ¿A cual le apuntas?
Modelar el comportamiento adecuado: Ser un ejemplo de urbanidad y solidaridad al ceder voluntariamente mi asiento a personas que lo necesitan, incluso si no están ocupando una silla azul en ese momento.
Compartir información: Utilizar mis redes sociales y otros canales de comunicación para compartir información sobre la importancia de respetar las sillas prioritarias en el transporte público y fomentar la solidaridad entre mis amigos y seguidores.
Voluntariado: Involucrarme en actividades de voluntariado relacionadas con la accesibilidad y la inclusión en el transporte público, como ayudar a personas con discapacidad a acceder al transporte o participar en campañas de sensibilización.
Crear conciencia: Organizar eventos comunitarios, charlas o talleres sobre la importancia de la urbanidad y la solidaridad en el transporte público, invitando a expertos y personas afectadas para compartir sus experiencias.
Difusión de materiales educativos: Imprimir folletos informativos sobre el uso adecuado de las sillas prioritarias y distribuirlos en estaciones de transporte público, centros comunitarios y otros lugares concurridos.
"En la sociedad contemporánea, cada acto de solidaridad y urbanidad es un pequeño paso hacia un futuro más inclusivo y respetuoso. Al ceder nuestro asiento en el transporte público a quienes más lo necesitan, no solo estamos facilitando el acceso a la movilidad, sino que estamos construyendo puentes de empatía y comprensión entre nosotros. Este gesto aparentemente pequeño tiene un impacto profundo en la cohesión social, demostrando que nuestra capacidad de cuidar y considerar a los demás es la base de una comunidad más fuerte y cohesionada."
William Fernando Penagos N.
Director General
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